Las Constelaciones también son narraciones.

Si desde un punto de vista literario tomamos un esquema narrativo tradicional, vemos que en cualquier cuento es necesario el planteo de una situación inicial; luego comienzan a desenvolverse los hechos y ocurre algo -en el interior del personaje, en el afuera- que precipita un cambio, una bisagra en lo que venía ocurriendo; dicho de otro modo, provoca un giro en la acción para desembocar en un desenlace o resolución que modifica la situación original. Constituye un escalón, para arriba o para abajo, hacia una nueva situación que difiere de la del comienzo.


Esa misma estructura se da en una constelación. El consultante trae una situación de la que quiere salir, o que necesita modificar o aclarar. Cuando el trabajo comienza partimos de esa situación. Y cuando se revela la dinámica oculta se produce un vuelco en el alma del que constela, muchas veces vertiginoso, muchas veces sorpresivo y asombroso también para los que representan y los que observan; generalmente revelador para quien coordina la constelación porque irrumpe desde una zona desconocida y provoca un cambio repentino en la mirada de todos.

Las constelaciones son cuentos maravillosamente contados por un narrador invisible y misterioso al que reconocemos una maestría provocadora que genera una y otra vuelta de tuerca en los relatos de los consultantes.